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El suelo

El suelo es fundamental. Sobre el suelo de la calle caminamos o circulamos en coche, sobre el suelo de la casa vivimos, el "suelo" de nuestro salario, si tenemos el privilegio de trabajar, nos permite vivir y planificar nuestra vida. En definitiva, el suelo está ahí para que nosotros podamos hacer cosas. El suelo también es vital para los partidos políticos, aunque sea en sentido metafórico. El "suelo" es ese mínimo que les permite conservar el poder o sobrevivir cuando vienen mal dadas. Por ejemplo, ese suelo mínimo explica que las encuestas le den al PP cerca de un 30% de intención de voto a día de hoy o que el PSOE conservase mas 110 diputados en 2011 tras la gestión de Zapatero. Hace casi un año, cuando las perspectivas electorales apuntaban a una victoria del Partido Popular, escribí en este blog: Seguro que los sociólogos y los especialistas en demoscopia podrían explicar esto. Yo, profano en la materia y observador de lo que pasa, solo puedo decir ahora
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#salvemosCAVudc

Cada año por estas fechas la Facultade de Ciencias de Comunicación de la Universidade da Coruña está preparando el curso siguiente. Se ven resultados de encuestas entre alumnos, se tabulan porcentajes de aprobados, se tramitan estancias de alumnos Erasmus, se elaboran guías docentes, etc... Contra lo que pueda pensarse, hay mucho que hacer en junio y julio. Pero esta ocasión las cosas son distintas. Además de todo eso tenemos que ocuparnos de defender nuestra facultad, su existencia dentro de la Universidade de A Coruña. Alguien o algunos, suponemos que dentro del equipo rectoral, juntos o por separado, han pensado que nuestra facultad se puede fusionar con la de Sociología. Cuestión de ahorrar dinero, dicen. Unos 32.000 euros en un presupuesto de 116 millones de euros. Estupor, asombro y un punto de irritación. Es descorazonador ver cómo se pone en peligro una titulación única en Galicia y en España desde un despacho con vistas a la bahía de A Coruña. Y no es el primer intento de

Pitos en España

La final de la Copa del Rey nos ofreció otro ejemplo de esa costumbre tan española del desprecio al prójimo, un defecto transversal a todo tipo de orígenes y obedencias políticas. Los miles de personas que ayer pitaron el himno español demostraron que en este país, o lo que sea, el respeto por lo que piensa o lo que siente el de enfrente no es moneda de uso habitual. Silbar un himno, cualquier himno, insultar al vasco, al catalán, al francés o al español por el hecho de serlo es vulgarmente insoportable, además de una muestra de intolerancia abrumadora. Es la ofensa por la ofensa, por joder, por irritar al que no piensa como tú o por hacer la gracieta. Pero, si cabe, aún es peor reír la gracia, alentarla o contemplarla con media sonrisa, como hizo el honorable Mas el sábado en el Nou Camp. Seguro que no pondría la misma cara si en el Bernabéu se abucheara e himno catalán; entonces hablaría de insulto a Catalunya y bla, bla, bla..... En tiempos cada vez más lejanos, los esbirros d

¿Casta periodística?

Si pinchan en el hiperenlace de la palabra prensa  accederan al avance de datos de difusión de los principales diarios españoles en el mes de abril auditivos por la OJD. Certifican de nuevo la cuesta abajo de las ediciones en papel de las grandes cabeceras españolas. Cada vez que aparecen estos datos, los editores explican lo mucho que crecen sus ediciones digitales, que es donde creen que está el negocio del futuro. Cierto, por ahí van los tiros, pero eso solo no explica la caída de las ventas en papel. Desde hace tiempo vengo sosteniendo que la huida de los lectores no se debe únicamente a los nuevos hábitos de consumo o a la exploración de nuevos modelos de negocio. La causa principal es el tipo de periodismo que se hace y el papel de los medios de comunicación. Dejémonos de análisis sesudos, lo que vale es hacer buen periodismo, contar buenas historias, facilitar honestamente información y opinión a los ciudadanos, en definitiva, cumplir con la función social de la prensa. El

Por higiene democrática y vital

Lo voy a decir hoy porque si lo hago mañana puedo ser acusado de violar la jornada de reflexión, esa antigualla electoral que trata a los españoles como minusválidos políticos. Lo que quiero decir es que es necesario que el Partido Popular pague el domingo en las urnas por las políticas austericidas y por el pozo de corrupción en que está metido. Dirán algunos que sólo por las cosas que han dicho Rajoy y los suyos en estos días de campaña ya merecerían recibir un buen revolcón. El espectáculo permanente de Aguirre o las tonterías dolosas del presidente en campaña son muestra palmaria de la degeneración del partido que representa a la vieja derecha reaccionaria española. En las elecciones europeas ya se atisbó un primer castigo por parte de los ciudadanos. Ahora toca profundizar y preparar la definitiva estocada en las generales previstas para este año. Podría extenderme en consideraciones y argumentos que reclaman la derrota electoral del PP, pero creo que sobran en momentos en que

¡Vivan las caenas!

Ya lo hemos visto y leído. El PP ganaría las elecciones generales si se celebrasen ahora, sería el partido más votado. Por lo que respecta a las municipales, tiene posibilidades de gobernar un número importante de ciudades, significativamente Madrid o Valencia. Cierto que los populares sufren una sangría de votos, pero están ahí, luchando por mantener importantes cuotas de poder. Échemos una ojeada al paisaje preelectoral. Parece que miles de madrileños están dispuestos a que los gobierne Esperanza Aguirre, ni más ni menos que Esperanza Aguirre. Me ahorro comentarios porque todos conocemos al personaje. También miles de valencianos parecen preferir a Rita Barberá, ¡Rita Barberá!, con lo que sabemos de las andanzas de la señora y del PP valenciano en su conjunto. Por lo otra parte, los sondeos para las generales confirman lo que sostengo desde hace tiempo: aquí nadie dice que vota al PP, pero de golpe aparecen millones de ciudadanos que confían en los que han crujido a los trabajado

Laicismo, pero para todo

Es lo cierto que la Iglesia española se ha trabajado a pulso la imagen, mala, que tiene en la sociedad española. Más bien habría que decir que la imagen mejorable es la de la jerarquía, empeñada en expedir certificados generales de moral a partir de su particular criterio. Como reacción al intento de adoctrinamiento general por parte de la Iglesa ha ido calando en España una corriente que critica todo lo que tiene que ver con el catolicismo o el cristianismo en general. Son esas voces que acusan a los obispos y los curas de ocuparse únicamente de fortalecer su posición social y los privilegios del pasado. Bajo el paraguas del laicismo se cobijan movimientos y personajes dispuestos erradicar cualquier signo religioso de la escena pública. Exigen que la religión salga de la escuela, que la Iglesia pague el IBI o que el Estado deje de subvencionar la enseñanza concertada que imparten colegios católicos. No digo yo que no tengan razón en sus planteamientos, pero no toda la razón. ¿Se